martes, 24 de noviembre de 2009

Resolución pacífica de conflictos


Por: Juan Sebastian, Montenegro Alarcón 801
J.M. y Rubiela Alarcon, madre de familia

No es el caso de nuestro colegio en particular, pero en las instituciones educativas de Colombia lamentablemente suceden episodios de violencia cada vez más graves. Sus antecedentes están en conflictos interpersonales que han escalado a tal punto que se llega al uso de la agresión violenta.

El conflicto es parte de la condición humana, no es ajena dentro de las instituciones y generalmente cuando no está bien manejada se desencadena en agresividad. Es una confrontación u oposición en la cual dos contrincantes desean neutralizar, dañar o eliminar a su rival; inclusive, cuando la disputa es de palabra. Por su condición, un conflicto genera problemas tanto a los individuos involucrados, como a otras personas que de alguna manera están relacionados con ellas.

Los conflictos son inevitables en una institución educativa, en la que los integrantes niños, niñas, jóvenes y adultos pueden tener serias diferencias, muchas veces debido a la brecha generacional o a relaciones de poder, de autoridad. Estos problemas son a veces impredecibles, pero la gran mayoría se pueden manejar de tal manesra que se suavicen sus efectos y se haga efectivo el adagio: “después de la tempestad viene la calma” y quede una enseñanza para todos.

Cuando hay conflictos entre adolescentes, como es nuestro caso, las emociones y sentimientos juegan un papel muy importante y la relación entre las partes puede terminar robustecida o mejorada, según el manejo o procedimiento que los educadores y padres de familia hayan decidido para abordarlo. Generalmente, entre los jóvenes se presentan situaciones difíciles como cuando un grupo o alguna persona no está de acuerdo con la forma de actuar de otros. Algunas veces hay envidias de por medio, celos por el trato con el sexo opuesto o rumores y chismes que muchas veces hieren la autoestima y la susceptibilidades de más de uno de ellos.

Los conflictos bien manejados pueden constituir una oportunidad de crecimiento para las personas y de cambio para los grupos en los que se presentan. No todos los acuerdos son negociables y solucionables, pero parte de la madurez de los grupos es aprender a vivir con diferencias y desacuerdos.

Para solucionar pacíficamente un conflicto, es necesario optar por una posición que busque tener en cuenta los intereses emocionales y expectativas de ambas partes; respetar las diferencias, reconocer los derechos y deberes de cada uno de los involucrados, buscar ayuda profesional si es necesario y optar por una actitud de sincera conciliación. De esta manera, ambas partes ganan en el proceso de resolución.

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