martes, 24 de noviembre de 2009

Amor efímero

Por: Paula Tatiana González
Rozo 903 J.T.
Recuerdo ese día en que tu boca a mi boca se juntó en el dolor. Con el choque de nuestros labios, nos volvimos uno solo. Yo te veía a través de mis más profundos sueños, entrelazándonos en sonidos negros y humos dulces.
Tu estabas al otro lado de ese mar de fuego, y yo en el puerto donde salen náufragos en busca del sonido único del silencio que ofrecen las tinieblas del amor. Yo saboreaba la sangre que aún no bebía, y tú el placer que aún no te hallaba.

Cuando decidí arroparte en mi oscuridad era demasiado tarde, tu vida se había ido a las alas de un ángel negro. Creí que estaría destinado a estar solo en la eternidad, ya que todo por lo que sentía amor se iría envolviendo en dolor, te convertiste en un alma inmortal y yo revolcándome en mi mortandad. Mi único remedio era seguir soportado tu felicidad si mí, pero opte por soportar mi irremediable gana, y tener a alguien que pueda entender el único sabor de dolor, el placer que de beber de un corazón, del que brota sangre sin pudor, de esa sangre que no pude beber, pero que me hizo entender que tal vez el amor es el sentimiento del dolor corriendo efímeramente por la sangre y el corazón.

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